En una de sus declaraciones, Ben Adret dice “No te haga extraño que los doctores del Talmud permitieran el uso del clavo de un colgado y el diente de un zorro [para curar], pues en aquellos tiempos consideraban que eran cosas certificadas por la experiencia, como los medicamentos, como hoy colgamos la hierba llamada peonía sobre quien sufre del mal caduco.”
Desde la antigüedad, la peonía ha sido valorada por sus propiedades curativas. En la medicina medieval, era comúnmente utilizada para tratar una amplia gama de dolencias, pero su uso más interesante y específico era en relación con el “mal caduco”. En una época en que la epilepsia era mal comprendida y a menudo temida, la peonía se convertía en un recurso fundamental para aquellos que buscaban alivio.
En la tradición judía, la peonía, al igual que otras plantas medicinales, se vinculaba con la creación divina y se utilizaba en rituales de purificación y protección. Se creía que esta flor tenía la capacidad de absorber las energías negativas y restaurar el equilibrio del cuerpo y del espíritu.
Se creía que la peonía tenía propiedades antiespasmódicas y calmantes que podían ayudar a controlar las convulsiones. Además, debido a su valor simbólico, se colgaban ramilletes de peonía sobre los enfermos para protegerlos de influencias malignas que, según las creencias de la época, podían ser responsables de provocar las crisis epilépticas.
“Si deseas profundizar más, puedes consultar las responsas de Ben Adret (1235-1310), el destacado rabino de la keilá de Barcelona.”