“Hacer sábado” y la resistencia silenciosa de las mujeres en tiempos de la Inquisición
En los rincones más íntimos del hogar, donde el ruido de la historia oficial apenas llegaba, las mujeres desempeñaron un papel crucial en la preservación de las tradiciones familiares. Durante la Inquisición, el papel femenino no solo fue clave en la transmisión de costumbres, sino también en la práctica oculta de la fe judía, lo que las convirtió en las principales sospechosas de “judaizar”.
Uno de los términos más fascinantes que emergen de este periodo, y que ha llegado hasta nuestros días, es “hacer sábado” o, como se dice en Cataluña, “fer dissabte”. Pero ¿qué significa exactamente? Y, sobre todo, ¿qué revela esta expresión sobre la vida cotidiana bajo la sombra de la persecución?
El Sabbath: el día sagrado bajo vigilancia
En la tradición judía, el Sabbath (sábado) es un día sagrado de descanso y dedicación espiritual. La preparación para este día comienza el viernes, cuando el hogar se limpia a fondo y se cocinan los alimentos que se consumirán durante el sábado, ya que las normas religiosas prohíben trabajar en ese día.
Sin embargo, durante la Inquisición, estas actividades domésticas fueron objeto de escrutinio. Las autoridades vigilaban de cerca a las familias conversas, sospechosas de practicar en secreto la fe judía. Las mujeres, como responsables de la organización del hogar, fueron las primeras en ser acusadas.
Un acto tan simple como limpiar la casa el viernes o preparar pan trenzado similar al jalá podía despertar sospechas. ¿Por qué tanto esmero justo antes del sábado? ¿Por qué una familia dejaba de realizar tareas domésticas durante todo un día? Estas preguntas, aparentemente inofensivas, desencadenaban investigaciones y, con frecuencia, juicios por judaizar.
La estrategia de “hacer sábado”
Para evitar ser acusadas, muchas mujeres conversas idearon una estrategia ingeniosa: trasladaron la limpieza y las tareas domésticas al sábado. Así nació lo que hoy conocemos como “hacer sábado” o “fer dissabte”.
Lejos de ser una simple actividad de limpieza, esta práctica se convirtió en una puesta en escena destinada a confundir a los vecinos y evitar las sospechas de las autoridades inquisitoriales. Ventanas abiertas, colchones sacudidos en los balcones, ropa tendida al sol y un frenesí de limpieza visible eran señales que indicaban que en ese hogar no se respetaba el Sabbath.
De esta forma, las mujeres convertían una tarea doméstica en un acto de camuflaje cultural, adaptando sus costumbres para proteger a sus familias y su fe.
Un legado lingüístico que perdura
Hoy en día, “hacer sábado” o “fer dissabte” conserva su significado como sinónimo de una limpieza profunda y ordenada. Lo que muchos no saben es que detrás de esta expresión cotidiana se esconde una historia de resistencia y creatividad.
En Cataluña, por ejemplo, es común escuchar esta frase para referirse a la limpieza semanal del hogar, especialmente los sábados. Sin embargo, pocos son conscientes de que este hábito tiene sus raíces en el ingenio de las mujeres conversas que vivieron bajo el constante miedo a la persecución.
Esta expresión, cargada de historia, nos conecta con un pasado en el que las costumbres domésticas eran mucho más que simples rutinas: eran herramientas de supervivencia.
El papel de la mujer en la transmisión cultural
La práctica de “hacer sábado” no solo habla de una estrategia para eludir la vigilancia inquisitorial, sino también de cómo las mujeres se convirtieron en las guardianas de las tradiciones familiares.
A través de los gestos cotidianos —la preparación de los alimentos, la organización del hogar y el cuidado de los rituales—, las mujeres lograron preservar aspectos esenciales de la cultura judía, incluso en los momentos más oscuros. Sus acciones silenciosas fueron una forma de resistencia que desafió la opresión y permitió que muchas de estas tradiciones llegaran hasta nuestros días.
Una mirada al presente
Hoy, cuando escuchamos la expresión “hacer sábado” o “fer dissabte”, es difícil imaginar el contexto de miedo y vigilancia que le dio origen. Sin embargo, esta frase nos invita a reflexionar sobre la capacidad del lenguaje para conservar historias y sobre la importancia de las mujeres como transmisoras de identidad y cultura.
Esta conexión entre el pasado y el presente es un recordatorio de que las costumbres más cotidianas pueden tener raíces profundas y significados ocultos.
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